martes, 29 de junio de 2010

Me inventé una vida...

Me inventé una vida. Una vida en la que cada noche te beso antes de dormir, te abrazo.
Me inventé una vida, un día soñaba antes de dormir.
Leí las confesiones de Eladio Linacero y comprendí que eso mismo hacía yo noche a noche. Me di cuenta que inventaba cada día la vida que quería vivir: y la vivía. Sentía todo lo que un alma humana podía sentir en la vida que vivía: disfrutaba, me complacía, sufría hasta el llanto (un llanto ahogado para no despertarte) y sentía el miedo que me provocaban sus pasos acercándose a hacer-eso-feo que solía hacer(me) antes, ya no.
Me inventé lo que quise y sentía tu pecho agitarse y tus besos ansiosos en mi hombro y mis uñas romper tu piel en ese jadeante vaivén.
Me inventé eso y otras cosas.
Cosas como que te veía embarazando a otra y te preguntaba si había valido la pena dejar lo que teníamos, te pregunté también si sus besos incluian más pasión-amor-y-entrega que los mios y que si era así, sólo así habría valido la pena, dijiste que no y te dije estúpido y me fuí (para no volver). No debí inventar eso, ahora tengo pena, deberé inventar otra cosa, algo bonito con final feliz donde nos larguemos juntos a la cresta y vivamos felices (y calientes) para siempre fin.