jueves, 7 de agosto de 2008

Amado Ulises

Sólo lo miré detenidamente: me anamoré de su impecable presentación.
Fue un día en esa librería de acostumbrada visita: Librería Chilena.
Me acerqué y con sólo pensar en poseerlo ya era feliz.
No era una cuestión netamente física, era SUPREMO.
Lo traje a mi casa y en cuanto pude comencé a devorarlo.
Era imposible, no me pude resistir al Ulises de Joyce.

A Lunares.

Llega a abandonarme en este espacio apolillado cada cierto tiempo después de haber tolerado humillaciones y denuestos. Qué no se da cuenta esta loca que enyegüecida me agarra que ya no estamos para estos trotes. Primero me compra cual puta barata para hacerme pasar las peores infamias que a uno le pueden hacer: me tiran, me arreglan, bailamos y nos lucimos, todos aplauden nuestros movimientos sensuales que se convierten en ridículos, que se transforman en vergonzosos. Qué no se da cuenta que ya ha sido demasiado infierno para una vida. Esto se hace intolerable. Me abandona otra vez, me olvida (o añora) por un tiempo para luego rescatarme de mi agujero mordisqueado de ratones. Para volver a las pistas, para lucirnos de nuevo dice y que todos vean cómo envejecemos, pero si envejecemos po’s Manuela! Cómo no te dai cuenta yegua de mierda que han pasado años desde que nos veíamos bien juntos: nuestro tiempo glorioso ha quedado atrás, dando paso a lo que ahora somos. Si tan solo hubieras pensado un poco en mi, en lo desgastado que estoy, en lo arruinado que me ha dejado tanta farra, no estaríamos pasando ahora por esta agonizante situación. Siempre es lo mismo. Siempre después de las risas exageradas, viene lo que ya nos sabemos de memoria los dos; los golpes: puñetazos y patadas, yo simplemente rasgado, ya no doy más de puntadas de agujas oxidadas ni de hilos que no se parecen a mi ni a mi color original. Tan colorado que era yo, tan admirado por todos, cuando mis vueltas te otorgaban gracia. Antes. Ya no. Ahora no soy más que jirones. Y no seremos nunca más iluminadas por las luces, los braseros ni las velas de ninguna casa de putas decente, porque ahora con suerte nos iluminan las risas semidesdentadas de huasos ordinarios, con sus malos alientos y sus hedores. Ya no más aplausos ni esos agarrones deseosos que tanto te han gustado siempre Manuel. Ahora: tú, una loca vieja que pronto será olvidada; yo, un estropajo que perdió su esplendor, sus colores, su tersura (como la perdió tu rostro también), para dejar sólo esa tela de cebolla que ahora apenas te cubre mientras te desangras y congelas de frío hundido en el barro.

Joe.



(si usted leyó El lugar sin límites, de José Donoso, entenderá de qué hablo, me disculpo de antemano, por lo burdo que pueda parecerle mi escrito)

A Ustedes!

Yo soy el minotauro, “Asterión” me llaman
Del que todos huyen con mi sola e imponente presencia
Por quien ruegan perdón al cielo y a sus dioses
al darse cuenta que todo cuanto creían sólo imaginable,
es posible,
existe,
habita entre ellos,
camina altivo
y pasa observando con indiferencia auto-protectora la multitud implorante...
¡Yo soy!
a quien evitan mirar a los ojos
¡Yo soy!
a quien solicitan (acaso exigen) volver a su hogar,
hogar...
Já,
Hogar le llaman a ese lugar olvidado en el que me escondo de ustedes
simples y vanos mortales,
bajo el Labrys esperando la pronta visita de la ansiada muerte, ansiada libertad...
qué más me queda sino huir de ustedes que temen a lo desconocido,
mientras yo sólo quiero hacerme conocido,
mas, no me es posible acercarme a quien me quiere lejos,
ni confiar a quien me escama,
ni querer a personas, dado que no me consideran mas que un monstruo,
un olvidado, relegado y alejado en la soledad, que anhela la visita de cualquiera.
Y,
si el primero en llegar,
es quien deba quitarme la vida,
pues que ASÍ SEA,
no opondré resistencia ni complicaré su diligencia.


Joe.



Intepretación-adaptación-monólogo-teatral de La Casa de Asterión, de Jorge Luis Borges.
(me mataría si supiera ke alguien usa su nombre en público...)

(maldita-presumida!...ni a escribir aprendes aún)